Suicidios, el calvario pehuenche

Un estudio realizado por un sicólogo y un médico para analizar la dolorosa tendencia, confirmó que las jóvenes son la población más afectada. Pese a que las cifras oficiales no dejan ver el problema, especialistas de la región llaman a poner atención en torno al fenómeno que enluta especialmente a las familias pehuenches.

Los mapuche-pehuenches, esos poco más de diez mil seres que viven principalmente en las altas zonas cordilleranas de los Andes chilenos, donde nace y comienza su largo viaje hacia Concepción el río Biobío, eran prácticamente desconocidos hasta la enorme controversia que se desató en la década de los 90 por la construcción de los enormes proyectos hidroeléctricos de Pangue y Ralco en sus territorios.

Los pehuenches parecen haber pasado nuevamente al olvido. De hecho, la actual construcción de una nueva megacentral hidroeléctrica, la Central Angostura de Colbún, en la confluencia de los ríos Huequecura y Biobío -entrada del antiguo territorio ancestral pehuenche-, ha pasado prácticamente inadvertida.

A ellos la vida recientemente les ha deparado paisajes muy distintos. Por un lado está Berta Quintremán, símbolo junto a otro puñado de mujeres pehuenches, de la resistencia a los proyectos hidroeléctricos. Contadas con los dedos de la mano, si es que tantas, deben ser las personas que pueden acercarse a La Moneda y juntarse con un Presidente de Chile sin tener cita previa. Eso fue precisamente lo que logró hacer la señora Berta Quintremán cuando fue a Santiago a reclamar por la falta de agua en el fundo que le había permutado Endesa. A la entrada de La Moneda se encontró a boca de jarro con Ricardo Lagos regresando a pie a palacio. Lejos de ser arrestada, terminó siendo invitada a tomarse un cafecito con el Presidente para conversar. Qué distinto al viaje que realizara aquel desconocido comunero de la comunidad Pehuenche de Callaqui quien, hace un par de años, con secuelas neurológicas por un anterior intento fallido de suicidio, decidiera hacer el viaje final para acabar de una vez con su vida tirándose al fondo de un pozo negro, adonde fueran encontrados sus restos.

Parece ser que para la mayoría de los pehuenches se está cumpliendo el desastre anunciado por aquéllos -pehuenches y chilenos, grupos ciudadanos y sectores de gobierno- que desde principios de los ’90 cuestionaban los proyectos hidroeléctricos, alertando que podrían significar un golpe mortal a la biodiversidad de la zona y a la existencia del pueblo pehuenche. Y lo que es aun más trágico; están muriendo por sus propias manos.

Por lo menos desde mediados de esta década, la principal causa de muerte en el Alto Biobío son las lesiones autoinfligidas, es decir, el suicidio. Las altísimas tasas han llegado a casi triplicar el promedio nacional.

Los guarismos son incompletos y difíciles de conseguir -incluso parecen a veces ser ocultadas o minimizados a propósito-, pero lo claro es que la enorme incidencia de suicidios entre los pehuenches se mantiene en niveles elevadísimos y no muestra señales de disminuir.

ImagenEl documento incriminatorio

La primera constatación oficial del altísimo nivel de autoeliminación de los pehuenches la dio el hospital de Santa Bárbara por casualidad. Allí, un monitor de computador mostraba por las cifras de mortalidad de la recientemente constituida comuna de Alto Biobío, sector creado como parte del acuerdo entre el gobierno de Ricardo Lagos y las cuatro familias pehuenches que se resistían a permutar sus tierras para la construcción de la central Ralco y que terminaron negociando un acuerdo avalados por la Organización de Estados Americanos, OEA.

En el documento, con el logo del gobierno de Chile y la identificación de la Unidad de Bioestadística del Servicio de Salud Biobío, cuyo título es “Mortalidad por 20 primeras causas de defunción, Comuna Alto Biobío, Año 2007”, aparece -como la principal causa de muerte de ese año- las “lesiones autoinfligidas por ahorcamiento, estrangulamiento o sofocación en la vivienda”.

En otras palabras, el suicidio como principal causa de muerte entre los pehuenches del Alto Biobío.

Luego de ruegos varios, logramos obtener una copia del documento (ver foto, al final de la nota). Al examinar las cifras con detención, se aprecia que curiosamente las tasas de suicidio están desagregadas entre aquellas autoinfligidas dentro de la vivienda y otras en “lugar no especificado”. Si bien esto parece corresponder a categorías usadas internacionalmente, es muy distinto hablar de cuatro casos entre 36, lo que equivale a una tasa de 42.63 por cada 100 mil habitantes, a seis casos entre 36, lo que equivaldría a una tasa 50% más alta.

Es más, las cifras oficiales nacionales entregadas por el Ministerio de Salud mencionan sólo cuatro casos de suicidio para ese año en el Alto Biobío, a pesar de que las cifras recopiladas en la localidad son substancialmente mayores.

Pero incluso con esa diferencia, las cifras del Ministerio de Salud muestran un incremento en el numero de suicidios para al año siguiente 2008, a cinco casos.

Ese es el último año disponible oficialmente de manera completa, ya que la cifra de dos suicidios para el año 2009, entregada inicialmente por teléfono por el encargado de Bioestadística del Servicio de Salud de Los Ángeles, se supo posteriormente era una cifra provisoria e incompleta. No se puede tener acceso a otras fechas del documento de las principales causas de mortalidad de la comuna cordillerana.

Pero a pesar de las dificultades en recopilar estadísticas completas y certeras -y posteriormente tener acceso a ellas- las autoridades han tenido que reconocer el grave problema e intentar implementar acciones para solucionarlo, aunque al parecer no se ha logrado variar la preocupante tendencia.

Un documento interno al que tuvo acceso LND reconoce el alto nivel de intentos de suicidio en la zona pehuenche y se señala sorpresa por la efectividad de los métodos utilizados para quitarse la vida. Propone, finalmente, centrar las acciones de prevención en la población joven del Liceo de Ralco.

Eficientes para matarse

El estudio llevado a cabo por el doctor Nelson Inzulza y el sicólogo Álvaro Basualto se llama “Intentos de suicidio en Alto Biobío 2006-2007” y en él se señala que “en los meses de enero y febrero del año 2007, ocurrieron varios casos de intentos de suicidio en la comuna, provocando la preocupación de la población y autoridades de salud”, lo que habría llevado a hacer el estudio.

Curiosamente, se dice que las autoridades reconocen “las muertes por accidentes y envenenamientos como una de las principales causas de fallecimientos en el territorio”, cuando es el suicidio, o sea, las lesiones “autoinfligidas” las acusantes.

Constata el estudio que entre el 1 de enero de 2006 y el 31 de marzo de 2007 “22 personas intentaron acabar con sus vidas” y que siete personas lo lograron, lo que equivaldría a 32% de los intentos.

“Es preocupante que la prevalencia de intentos de suicidio obtenida en la comuna sea mayor que la media nacional, pero aun más preocupante es la elevada letalidad que alcanza esta causa, lo que podría explicarse debido a que los métodos más frecuentemente utilizados son de alta efectividad a la hora de quitarse la vida (ahorcamiento)” continúa el estudio, sin especificar que la tasa de suicidio fue, para el caso del 2007, casi cuatro veces mayor que la media nacional.

Ese año, la tasa del Alto Biobío, según las cifras entregadas por el Ministerio en Santiago fue de 42,64 por cada cien mil habitantes, comparada con una tasa nacional de 11,6 por cada cien mil habitantes. Habría que recordar además que la cifra de suicidios del Alto Biobío para ese año 2007 es 50% menor que las cifras que se reconocen localmente, según el documento al que tuvo acceso.

En el estudio encargado a los profesionales de la salud se habla de siete personas fallecidas entre el año 2006 y marzo del 2007, pero esa cifra podría ser aún mayor.

Según la publicación pehuenche “Kume Rakiduam” de marzo del 2007, sólo entre noviembre del 2006 y enero del 2007 y sólo en una comunidad, la de Butalelbún, se quitaron la vida Clemencia Pereira Vita de 78 años, Alberto Rebolledo Manquepi de 18, Gabriel Paine Manquepi de 22 años y Humberto Pereira Manquepi de 17 años,

Tres de estas personas menores de 20 años. Lo que coincide con lo que señala el estudio encargado a los profesionales de salud, que indica que “el grupo con más intentos suicidas va de entre los 11 a 20 años, con ocho intentos (36%)”.

Curiosamente, uno de los lugares que fue identificado como primordial para la prevención fue el Liceo de Ralco, cuyo rimbombante nombre es “Liceo Técnico-Profesional Intercultural Bilingüe Ralco”.

“Es importante destacar la alta frecuencia y letalidad en jóvenes del Liceo de Ralco, lo que hace pensar que este grupo es de alta vulnerabilidad debido al enorme choque cultural que deben enfrentar al salir de su comunidad, alejarse de su familia, amigos y tradiciones, e insertarse en un grupo en que la información “occidental” entregada por los medios de comunicación y la nueva forma de vida que se les presenta crea un profundo conflicto de identidad sobre su origen y forma de vida tradicional”, dice el informe elaborado por los médicos.

El liceo fue financiado conjuntamente por el gobierno y la empresa Endesa, como compensación por los impactos de la represa Ralco y luego de fuertes movilizaciones y bloqueos de caminos ocurridos el año 1998.

Según Claudio González, sociólogo, profesor titular de la Universidad de Concepción y doctor en Estudios Internacionales de la Universidad de Denver, el impacto de la construcción de las represas en la zona ha significado un grave quiebre y uno de los principales motivos, junto al alcoholismo, detrás de la alta tasa de suicidios.

“El impacto ha sido descomunal y les está pasando la cuenta”, reflexiona González.

“Llegaron más de dos mil trabajadores a la zona. Ellos tuvieron los peores trabajos, si los tenían. Cambió toda la morfología del Alto Biobío. Muy rápido y violento el cambio”, dice el profesor.

Entre sus investigaciones recientes están dos proyectos Fondecyt en que estudió la situación de las cerca de 100 familias relocalizadas por el proyecto Ralco.

“Ellos están aún peor. Perdieron la conexión, perdieron todas las tradiciones”, señala el profesor penquista.

Pero el impacto ha sido generalizado en las comunidades, tanto en las relocalizadas como en las que siguen en su territorio tradicional. Un impactante recordatorio son las palabras pronunciadas por Humberto Pereira Manquepi, entonces de 16 años, cuando en noviembre de 2005 asistiera al centro Canelo de Nos al Coloquio Intercultural Epu Rume Kimun-Trawun. Sus palabras quedaron grabadas en un libro publicado tras el evento:

“Los pehuenche pedimos que se desarrolle la educación intercultural bilingüe, porque la educación chilena no tiene identidad. Nos preparan para ser gringos o chinos... La interculturalidad no la entienden. Piensan que es un conflicto, pero no lo es. Es una relación entre dos o más culturas. Nosotros exigimos que nos respeten nuestro idioma, vestimenta y realidades culturales. El desarrollo de la educación de nuestro pueblo requiere reconocimiento de lo que somos. Por eso debemos exigir al gobierno un reconocimiento como pueblo, constitucionalmente, no como minoría étnica, sino como nacionalidad indígena”.

Eso decía Humberto, estudiante del Liceo de Ralco en noviembre de 2005. Un año después, el 14 de noviembre de 2006 no tuvo fuerzas para seguir exigiendo sus derechos. Se quitó la vida en un alejado predio de la zona central, adonde había ido a trabajar de temporero.

¿Ha mejorado la situación?

El estudio interno al que tuvimos acceso señalaba que “las acciones preventivas deben focalizarse especialmente en la población joven y adulto joven del Liceo de Ralco, de las comunidades de Ralco, Butalelbum y Cauñicú, varones y con intentos de suicidio previo.

No hemos tenido acceso a las cifras oficiales más recientes, pero según un alto funcionario de la Municipalidad del Alto Biobío la tasa de suicidios continúa siendo “altísima”. Sólo en una comunidad, la de Callaqui (a la entrada del Alto Biobío, donde hay actualmente diez comunidades) hubo casi una docena de suicidios en un año.

Quizás la clave del cambio en la situación son los propios pehuenches. Lo decía José María Pereira, padre de Humberto: “Mis lágrimas y el espíritu encontrarán su consuelo cuando mi pueblo mapuche-pewenche encuentre su propia identidad y sea orgulloso por lo que es... que unidos podamos ser autónomos y que nosotros mismos autodeterminemos lo que es nuestro propio desarrollo como pueblo libre y sin contaminación político-partidaria ni religiosa”.

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