Exploraciones arqueológicas en valle del río Ibáñez fusionan ciencia y turismo

  • Arqueólogo Francisco Mena desarrolla, junto a otros tres investigadores, proyecto Fondecyt que durará hasta el 2014 y el cual incluyó dos semanas de trabajo de campo durante el mes de enero.

El trabajo de campo del proyecto “Sistematizando la arqueología del Ibáñez medio” que lidera el arqueólogo del Centro de Investigación en Ecosistemas de la Patagonia (CIEP), Francisco Mena, fue el pretexto perfecto para poner en práctica los lineamientos del Centro de Turismo Científico de la Patagonia (CTCP). Un grupo de 6 investigadores chilenos y 17 estudiantes y profesores de la Universidad de Montana desarrollaron durante 2 semanas exploraciones en el valle del río Ibáñez, a unos 10 kilómetros al suroeste de Villa Cerro Castillo.

Desde el 3 hasta el 18 de enero, el grupo (en el caso de los estadounidenses guiados por la Ph.D en Antropología Anna Prentiss) pernoctó en la localidad, contratando los servicios de diversos operadores turísticos de la zona, como Jorge Aguilar y otros pequeños emprendedores locales. Se cumple así uno de los objetivos del turismo científico, que es generar oportunidades de desarrollo económico local vinculadas al trabajo de los investigadores que llegan a la región.

Las cuatro líneas de trabajo que se ha plantado el CCTP para el turismo científico son la exploración y aventura con dimensión científica, el turismo cultural con contenido científico (ecoturismo y turismo industrial), el eco-voluntariado científico y la investigación propiamente tal. En el caso de esta etapa del estudio arqueológico del valle del río Ibáñez se centró en el cuarto tipo.

“En esta ocasión conciliamos un proyecto Fondecyt orientado a la prehistoria del Ibáñez con una escuela de campo de la Universidad de Montana, entonces no hay turistas propiamente tal sino más bien arqueólogos y estudiantes avanzados de arqueología, y la idea es generar información que pueda eventualmente hacer más atractiva la zona” explica Francisco Mena, Ph.D. de la Universidad de California. Es ésta una externalidad positiva suplementaria de este tipo de turismo: la generación de conocimiento científico sobre hitos y lugares de la región de Aysén, agregando valor a éstos en su carácter de productos turísticos.

“La experiencia que tuvimos ahora fue súper positiva. Se trabajó con mucha gente, un grupo bastante grande, así es que pudimos excavar dos sitios y además realizar prospecciones bastante amplias” acota Mena.

Para Fabien Bourlon, director del proyecto del CCTP, con este trabajo en terreno se cumple con el objetivo planteado. “Vamos abriendo así una ventana a una nueva forma de hacer turismo, a la vez que relevamos que el trabajo científico, junto al aporte esencial que entrega mediante la generación de conocimiento, tiene un componente productivo que es necesario potenciar” acota.



Importantes resultados

El proyecto Fondecyt “Sistematizando la arqueología del Ibáñez medio” partió en 2011 y cuenta con la participación de cuatro investigadores de diversas universidades del país. Se extenderá hasta el año 2014, en campañas en terreno y trabajo de gabinete, con el fin de demostrar (o desechar) la hipótesis que en el valle del río Ibáñez hubo un grupo humano restringido en su movilidad, que más allá de las generalidades (de asociarlos a todos en lo que comúnmente se conoce como cultura “tehuelche”) tenía sus particularidades locales.

“Es bueno, sin negar que tuvo que existir mucha comunicación y que es todo parte de una gran cultura -así como nosotros somos parte de la cultura occidental- determinar si hay también peculiaridades” señala Mena. Los cuatro ejes a trabajar son el arte rupestre, los campamentos residenciales, el área de dispersión en la zona y sus límites, y si los habitantes originarios tenían en el valle rocas a mano para tallar o debían viajar para conseguir material lítico.

Algunos de los logros de este primer trabajo en profundidad fueron hallazgos aislados como fragmentos de talla (como lascas y láminas) e incluso puntas de flecha, arte rupestre y aleros. Por lo pronto, ya encontraron algunas particularidades que a Francisco Mena le hacen pensar en el grupo que habitó la zona tendría algunas especificidades que lo diferencian de los de otras áreas. “Por ejemplo las manos son más chicas en promedio de lo que hay en el río Pinturas (Argentina), además de estar muchas en altura” señala, relatando que hallaron una especie de “cuchara” de hueso que no se ha encontrado en otros lugares de la Patagonia. En todo caso, explica, aún no es posible determinar si corresponde a un símbolo identitario propio o si también se dio en otras zonas (pero donde por distintos motivo no se han encontrado instrumento similares).

Tales son los resultados preliminares de este trabajo, que podrían ser el punto de partida para resolver la duda de qué grupo humano, realmente, pobló previo a la llegada de los colonos occidentales esas tierra. Se abre así un mundo de posibilidades para la arqueología austral, pero también, por qué no decirlo, para el turismo regional. Precisamente hacia donde apunta el Centro de Turismo Científico, con el apoyo del programa Innova Chile de Corfo.

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