- ¿Cuáles son las señales de mejora desde 2008?
- Durante la recesión en 2008 y 2009, varios países adoptaron planes de estímulo y algunos de ellos estuvieron enfocados en las nuevas tecnologías.
- ¿Como en Estados Unidos?
- Ciertamente. Estados Unidos está invirtiendo bastante en redes de suministro eléctrico inteligentes, es decir, nuevas redes que usan tecnologías de la información para mejorar su eficiencia y flexibilidad. Bastante dinero se ha destinado a la captura y almacenamiento de carbono, que es una nueva tecnología que captura el dióxido de carbono que emana de una planta energética y lo concentra y lo prepara para ser almacenado bajo tierra, o para otro uso. Esos son dos ejemplos. Además, el año pasado la cantidad de celdas solares casi se duplicó, creció 48% en Estados Unidos.
- Pese a la crisis financiera…
- Sí. Es muy alentador que se esté invirtiendo en las nuevas tecnologías. A principios de 2009 pensamos que veríamos una gran reducción en las inversiones, pero hacia fin de año habían rebotado tan fuerte, que en realidad la inversión en energía eólica y solar aumentó a pesar de la crisis. Hemos tenido varios anuncios de proyectos de almacenamiento de carbono, 19 proyectos están en este momento esperando para ser lanzados, y cerca de 80 proyectos están en estudio en el mundo. Vemos mucho interés en China e India en tecnologías renovables y almacenamiento de carbono. Por otro lado, los países han anunciado que quieren 5 millones de vehículos eléctricos en las calles en 2020.
- En el informe ustedes definen un programa para los próximos 40 años ¿cuál será su costo?
- Costará muchísimo. Las nuevas tecnologías son más caras que las tecnologías existentes, en términos de costos de capital. Estimamos que a nivel mundial entre hoy y 2050 el costo adicional será de cerca de US$ 46 billones (millones de millones). Pero hace dos años estimamos que sería más alto. Esa es una señal de que hemos progresado. Y lo que es más interesante es que sí, habrá un costo en términos de que hay que invertir capital, pero también habrá un gran ahorro en los costos de los combustibles. Ese ahorro lo estimamos en US$ 112 billones, una cifra mucho mayor al costo de capital.
- ¿Quién asumirá ese costo, los consumidores o los productores?
- Ambos. Muchos de los costos provienen de la migración de vehículos de combustión interna a vehículos híbridos o eléctricos, los que serán asumidos por los consumidores. Pero los productores y gobiernos también tendrán que pagar, y cuando paga el gobierno eso significa que pagan los contribuyentes a través de los impuestos.
- ¿Recomiendan el uso de subsidios para impulsar la inversión en energías limpias?
- Depende del estado de desarrollo de la tecnología. En un principio sí se necesitarán subsidios. Por ejemplo, creemos que el gobierno debería pagar un 50% de la investigación y desarrollo. Pero a medida que la tecnología madura, los subsidios se pueden disipar. En el largo plazo no queremos ningún subsidio. De lo que tenemos que darnos cuenta es que actualmente hay muchos subsidios a los combustibles fósiles y, de hecho, gran parte del dinero que se necesita para la energía renovable podría ahorrarse si se reducen los subsidios a los combustibles fósiles.
Diagnóstico para la región
- Ustedes realizaron sus investigaciones a nivel regional. ¿Cuál fue su diagnóstico para Latinoamérica?
- En Latinoamérica hay algunos países que ya están embarcados en energías renovables, como Brasil, pero hay mucho más que hacer. Chile tiene una gran dependencia en el gas natural importado, pero creemos que el país tiene buen potencial para energías limpias: eólica y la solar. El desierto de Atacama tiene muy buen potencial para la energía solar concentrada. En ese lugar pueden desarrollar estaciones solares y exportar energía a sus vecinos. Asimismo, los vientos arriba de la Cordillera de los Andes son grandes recursos potenciales para la energía eólica. Chile podría desarrollar mucha energía renovable para su propia seguridad energética y exportar a los vecinos.
“La inversión en energía eólica y solar en realidad aumentó a pesar de la crisis”
Las metas que tiene la Agencia Internacional de Energía para reducir la huella de carbono en las próximas cuatro décadas son ambiciosas. Pero su director adjunto, Richard Jones, es optimista. “Desde hace algunos años estamos hablando de la necesidad de una revolución energética. Ahora hemos visto algunas señales de que esta revolución está comenzando”, aseguró Jones a DF.
El representante participa hoy lunes en Santiago en un seminario organizado por el Ministerio de Energía, donde presentará el informe “Perspectivas para las Tecnologías Energéticas 2010″, que repasa los cambios que han ocurrido desde la edición anterior, en 2008.
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